2 años de viaje en moto… desde el asiento de atrás
Horario de la charla: sábado 10 de marzo, de 10:00 a 11:00 horas. Compra tu entrada pulsando aquí.
El viaje de Almudena fue una de esas aventuras que nacen de una idea loca que se acaba convirtiendo en realidad. En mayo de 2013 inició junto a Fer, su pareja, la aventura de dar la vuelta al mundo con su moto KTM. Tras casi dos años y medio, cruzaron 5 continentes, 54 países y recorrieron más de 160.000 kilómetros.
Un año atrás, Almudena había dejado el trabajo, la nómina y la seguridad para cumplir su sueño de viajar y dedicarse a lo que le gustaba. Vendieron todo lo que tenían, alquilaron la casa y prepararon la moto para que fuera su hogar durante los dos años siguientes. Viajaron por Europa en la primavera más lluviosa de los últimos 30 años, descubrieron las grandes llanuras rusas y ucranianas acampando entre campos de trigo, poco antes de la crisis que los llevaría a una guerra civil. Recorrieron la Ruta de la Seda por Kazajistán, Uzbekistán, y Kirguistán, donde creyeron que su viaje acababa por culpa de los talibanes. El paso por China y Pakistán era demasiado peligroso, así que enviaron la moto a Tailandia. Y de golpe se encontraron en el Sudeste Asiático, un gran contraste con las antiguas repúblicas soviéticas.
Dedicaron cinco meses a recorrer el Sudeste Asiático, subieron montañas, en pleno monzón se enfangaron y comprobaron la flotabilidad de la moto, cruzaron el Mekong en una barca que no era más que unas cañas de bambú, bailaron y cantaron con los laosianos que los acogían siempre que los rechazaban en la frontera de Vietnam, país al que no consiguieron entrar.
En Malasia embarcaron la moto en un barco “verdulero” y volaron a Indonesia para recogerla. Acamparon en lo alto del volcán Bromo y fueron acogidos como familia en poblados de Java. Empezaron el nuevo año en la costa oeste de Australia, donde cruzaron desiertos, descubrieron playas desconocidas, durmieron entre canguros, se pegaron sustos con algún que otro bicho mortal y descubrieron la maravillosa hospitalidad de los australianos.
Saltaron a Estados Unidos y cruzaron 18 estados de camping en camping, en una continua sucesión de parques naturales. En Canadá disfrutaron de una naturaleza hermosa y salvaje, mientras que México fue una fiesta continua, un festival gastronómico y la entrada al Caribe. Tomaron la Panamericana hasta el tapón del Darien, donde fueron de los pocos privilegiados que subieron a un ferry que solo duró unas semanas.
En Colombia engordaron y no lo bajaron hasta Argentina, no por comer menos, sino porque la aventura se les quedaba corta y decidieron seguir el Dakar de 2015, casi como mochileros de un amigo que corría. ¡Fue la aventura dentro de la aventura! Al terminar el Dakar continuaron su propia ruta 40 hasta el Fin del Mundo. De allí saltaron a África.
Volaron a Ciudad del Cabo para recorrer el continente y descubrir el desierto de Namibia, el delta del Okavango en Botsuana y las Cataratas Victoria en Zimbabue. En Zambia durmieron entre hipopótamos y en Tanzania rompieron un embrague, lo que les obligó a parar casi un mes antes. Con la moto de nuevo a punto se lanzaron a la mítica carretera Moyale hasta Etiopía. En Sudán creyeron morir de calor y en Egipto vivieron el ramadán antes de despedir la gran aventura y volver a casa.
Para ella este viaje es un sinfín de paisajes, aventuras, amigos, momentos guardados en la retina, en la memoria y sobre todo en el corazón. Un viaje que fue más bien una vida nómada, en la carretera, con la tienda de campaña, explorando más allá, donde no era fácil llegar. Si algo aprendió viajando es que cada día es una sorpresa, que nunca sabes qué te puede esperar en el siguiente kilómetro del camino ni lo que la vida te va a regalar. Y, por supuesto, que hay que mirar hacia adelante con los ojos y el corazón abiertos y el viaje se encargará de sorprenderte.
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