América en autostop con la perra mochilera
Horario de la charla: martes 26 de febrero, de 19:30 a 20:00 horas
En julio de 2013 Roberto puso rumbo a Brasil con una beca de la universidad (estudiaba biología). Allí terminó la carrera y, como premio, decidió cumplir el sueño de su infancia: conocer Sudamérica. Lo que no sabía era que se iba a encontrar con una inesperada amiga que cambiaría el devenir de su viaje… y de su vida.
En un pequeño pueblo de la selva boliviana se encontró con una cachorra de solo un mes de vida abandonada a su suerte, enferma y llena de pulgas. La idea era llevarla a un veterinario y encontrar una buena familia boliviana que la quisiese. ¿Cómo iba a viajar con un perro? Pero las cosas cambiaron: empezaron a viajar juntos y ya no pudo darla en adopción. Se tuvo que adaptar a las nuevas condiciones, mendingando a los buses de Perú y Ecuador por un asiento, viajando a dedo en zonas poco pobladas y salvajes, acampando en plazas de pueblos andinos y selváticos… Pero le daba igual: se había enamorado de Cocaí.
Juntos visitaron Bolivia oriental, recorrieron los ríos Madeira y Amazonas en un viaje fluvial de casi dos semanas durmiendo en hamaca, anduvieron por el majestuoso norte de Perú, lleno de cascadas y zonas arqueológicas, y terminaron su aventura en Ecuador. En esos 15 meses había cumplido su sueño: vio y vivió la Patagonia, las cataratas de Iguazú, las playas de Brasil, Machu Picchu, el Salar de Uyuni, la Amazonía, las Islas Galápagos… Además conoció a gente maravillosa e hizo grandes amigos. Pero si algo se llevó de este viaje, por encima de todo, es la unión tan estrecha con otro ser vivo y el aprendizaje de que en esta vida todo se puede.
Roberto quería seguir viajando, pero tenía claro que lo quería hacer con Cocaí. Después de un año y medio en España disfrutando de familia y amigos, emprendieron un nuevo viaje. Esta vez el viaje empezaría en México, de nuevo con una beca de la universidad (esta vez psicología). Allí consiguió un permiso de trabajo para Canadá. Fue un viaje de 18 meses por México, la costa oeste de EE. UU. y Canadá hecho siempre en autostop.
Estos años de viaje les han llevado, entre otras cosas, a dormir en decenas de casas de personas altruistas y a acampar en todas las “superficies”: la selva amazónica, el desierto californiano, en los bosques canadienses, plazas de pueblos, a un lado de la carretera y en alguna que otra gasolinera mexicana cuando caía la noche haciendo autostop. Han cruzado fronteras a pie porque nadie los quería llevar, han vivido en el faro en una población de la isla de Vancouver y también en un camping en el Yukon, cerca del Círculo Polar Ártico. Se han subido en el coche de personas de todos los colores (¡incluidos unos narcotraficantes mexicanos!) y han vivido cientos de aventuras que nunca olvidarán.
El siguiente proyecto es “Viajeros Perrunos” que los llevará a Asia.
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