En abril de 2022, Sara salió de Zaragoza en bicicleta, dirección Asia. Recorrió 15 países, de manera lenta, y generalmente sin tomar el camino más corto.
En los primeros meses, recorrió Europa del sur, pasando por el norte de España, el sur de Francia, e Italia, donde principalmente acampaba por su cuenta, en el jardín de gente desconocida, o se quedaba en casas de otras cicloviajeras. Fueron meses de adaptación a la bicicleta, a una nueva rutina de vida (aunque de rutina no tenía nada).
El viaje siguió por los Balcanes: Eslovenia, Croacia, Serbia, Kosovo y Macedonia del norte. Estos países marcaron un antes y un después porque a partir de ahí no había mucha comunidad cicloviajera y tenía que buscarse la vida para encontrar un sitio donde dormir. Esa situación la forzó a empezar a pedir ayuda en los pueblos, preguntando a la gente local si sabían de un sitio para dormir. Para su sorpresa, muchas familias la invitaban directamente a sus casas.
Por ejemplo, conoció una familia en Kosovo que en cuanto les explicó su situación y el viaje, la invitaron directamente a su casa. Dejó la bici, cogió las alforjas y las subieron a una habitación. Le dijeron que ahí iba a dormir ella, en la de la hija mayor, con la que compartiría habitación.
Esa misma noche cenaron todos juntos y le dieron a probar leche fresca de su cabra. La joven madre estaba superilusionada de haberla conocido. En ese momento, a través de su hija mayor, Sara le preguntó si podía quedarse una noche más. Acabó tres noches con ellos y cuando terminó su recorrido por Kosovo, volvió a visitarlos. Este es uno de los muchos ejemplos de enorme hospitalidad que ha recibido en todo el viaje, una motivación que la ha llevado a seguirlo hasta el final.
Siguió Grecia y pronto empezaba un nuevo reto: dejar la conocida Europa para entrar a Asia. Tenía nervios y miedos, lo normal, ¿no? Nunca había estado en Turquía, y mucho menos tan expuesta, en bicicleta. El día que cruzó la frontera, encontró a una familia turca y se quedó con ellos. Esa misma noche se disiparon sus miedos.
Recorrió toda Turquía durante cuatro meses y medio. Se quedó en casas de muchas familias. La tremenda hospitalidad de Turquía le dejó bastante huella.
A los diez meses de viaje, cuando ya había recorrido la mitad de Turquía, su décimo país en el viaje, ocurrió algo inesperado. Su abuela materna, que vivía en China, falleció. Fue entonces cuando vio claro cuál sería el destino final de este viaje, y dónde le haría más ilusión acabarlo: en Qingtian, en el este de China. El lugar donde nacieron sus padres.
Con un nuevo objetivo, el viaje tan solo acababa de comenzar…
De Turquía llegó a Georgia y de ahí a la estepa kazaja. Siguieron más de mil kilómetros de desierto en Uzbekistán, por la ruta de la seda, donde encontró hospitalidad incluso en los lugares más remotos. Llegó al último tramo de Asia Central: la Pamir Highway de Kirguistán. Allí soportó temperaturas de -10 ºC y disfrutó los paisajes más increíbles que había visto nunca.
En marzo de 2024, cruzó la frontera con China. Comenzó fuerte, por la hermética Xinjiang, pasando por altitudes de 3.000 m en zonas tibetanas. Fueron siete meses y varias regiones hasta llegar al destino final.
China fue un nuevo reto, sobre todo a nivel mental y de motivación. Pero esto nos lo contará durante la charla.
El viaje llegó a su fin en enero de 2025, en Qingtian. Allí celebró junto con sus padres, abuelos y familiares, el año nuevo lunar y el final del viaje.
Sara estudió ADE y Marketing entre Zaragoza y EE UU. Siempre le han gustado los idiomas y la experiencia internacional. A los 18 años vivió y trabajó medio año en Londres; a los 22, entre tercero y cuarto de carrera, estuvo un año en una universidad de Shanghai para mejorar el chino. Trabajó en el sector tecnológico, tanto en consultoría como en startups. Durante todo ese tiempo, aprovechaba cada periodo de vacaciones para ir de mochilera a otros países. A finales de 2021, lo dejó todo para emprender este gran viaje hacia sus raíces.