Un día cualquiera, Barbas le propuso algo a Fani: viajar sin conocer la fecha de regreso… pero solo tenían una semana para tomar la decisión, Después de siete días sin que Fani pegara ojo, decidieron que sí, que en mes y medio se iban a dar un paseo por el mundo. En ese momento tenían 63 euros en el banco: en menos de dos meses tenían que hacer algo de dinero si querían hacer realidad su idea.
Así comenzó su pequeña gran aventura. Aventura no por los risgos del viaje, sino por todo lo que conllevaría: estar juntos 24 horas, tomar mil decisiones cada día, afrontar los problemas y consensuar cómo actuar, etc.
Salieron sin saber cuál sería la duración del viaje. Finalmente recorrieron trece países al ritmo que les marcaba la visa en cada lugar. ¿Planificación? Ninguna, no la consideran necesaria. Simplemente les bastaba con saber hacia dónde querían ir y lo demás se lo iba marcando el propio camino.
En cada destino se repetía una dinámica: los primeros días consistían en un ajuste al nuevo lugar; las siguientes semanas se centraban en el disfrute; cuando se acercaba el fin del visado, tocaba mover ficha hacia el siguiente destino.
Unas veces elegían el siguiente movimiento según lo que les apeteciera en ese momento y buscando el billete de avión más barato. Otras, simplemente, se dejaban llevar por la carretera hasta la frontera más cercana.
Empezaron por Egipto, que les sirvió para ir ajustándose entre ellos y, también, al viaje. Volaron a Bombay, ciudad a la que posiblemente no volverán, pero que les abrió las puertas a una India tan amada y odiada a la vez, tan intensa, que están deseando volver a visitar.
Al siguiente país, Nepal, entraron de manera ilegal porque no pudieron sacar dinero. “Pero una aventura es una aventura”, dicen.
Llegó la Navidad y Fani quiso hacer un alto en el camino por el fallecimiento de un familiar. A su regreso decidieron que Tokio sería un buen punto para el reencuentro. De allí fueron a Corea del Sur para visitar a unos amigos y así fue como cruzaron una frontera en barco, mientras se daban un baño al estilo japonés desnudos en el onsen dela nave.
Después vinieron Vietnam, Tailandia, Malasia, Singapur e Indonesia, que recorrieron en motos compradas y alquiladas, en autostop y en transporte público. Aquí disfrutaron de tener tiempo para exprimirlos. Así su viaje fue relajado, visitaron zonas menos frecuentadas, hicieron surf, buceo, trekkings… Eran ellos mismos quienes llevaban el ritmo del viaje y no el calendario que anuncia la vuelta a la oficina.
Australia fue tierra de furgoneta, grandes distancias y vida salvaje, que combinaron con días de ciudad. Sydney los mandó uno a Grecia y a otro a Canadá, cada uno con sus vivencias, para finalmente regresar a España con la idea de comprar una furgoneta.
La compraron, la camperizaron en tiempo record y pusieron rumbo hacía Oriente Medio. En los Pirineos la pandemia los mandó de vuelta a casa.
Fue una aventura con un escaso presupuesto: lograron viajar, todo incluido, por 12 euros por persona al día. Eso son apenas 400 euros al mes…
Fani y Barbas estudiaron magisterio en diferentes ciudades y acabaron juntando sus caminos en Madrid. Su primer viaje lo contempló la Laguna Negra de Soria y de ahí nacieron otros como Túnez, Lisboa, Filipinas…