María y Laura habían hecho viajes en sus vacaciones de verano, pero en 2013 empezaron a sentir que necesitaban viajar durante unos meses sin una fecha de vuelta. Así nació su primer gran viaje: un año de mochileras por Asia.
En este viaje, querían que la gente les mostrara su estilo de vida, buscar similitudes con personas que viven a miles de kilómetros y tienen vidas muy diferente. Así que se propusieron ver la vida a través de la ojos de los niños, porque tienen una visión más limpia. Salieron con dos mochilas, una con ropa y otra con cámaras y un proyecto llamado RECmondo.
Dejaron el trabajo, compraron un billete de avión y recorrieron Nueva Zelanda, el Sudeste Asiático, India, Nepal, Hong Kong, China, Mongolia, Rusia y buena parte de Europa. A lo largo de un año grabaron a 55 niños en 22 países: en templos de Laos, en colegios de Malasia, pastoreando ovejas en un ger en Mongolia, comiendo bambú en un pueblo perdido de China, paseando en barca por el Ganges…
La experiencia fue brutal y muy enriquecedora. De las primeras preguntas que les hacían al volver era, ¿no os robaron las cámaras? Y ahí entendieron lo importante que es viajar, entender que la mayoría de la gente que te cruzas te va a ayudar. Y no, no les robaron nada. Al contrario, les regalaron mucho.
Este primer viaje marcó las bases de lo que querían en el siguiente. El primero lo hicieron con ahorros; en el segundo decidieron trabajar: se formaron como profesoras de español. El primero fue con mochila, para el segundo compraron y camperizaron una furgoneta.
Con un nuevo proyecto que bautizaron como “Vandeviaje”, en su furgo azul Dalai (significa Océano en mongol) querían alcanzar el Pacífico saliendo desde España.
Tenían una idea de ruta, pero también querían que fuera fluyendo. Atravesaron Europa para cruzar Rusia durante julio y agosto. En el primer viaje habían atravesado el país en el tren Transmongoliano durante 4 días sin poder bajar; en este viaje lo hicieron por carretera y pudieron sentarse unos días frente al lago Baikal o recorrer Siberia hasta llegar a Vladivostok.
En Rusia se quedaron tiradas con el coche en medio de la nada (y arrancó de milagro), bebieron unos chupitos de vodka en casa de una mujer con cuyo hijo grabaron una entrevista para RECmondo (grabaron con algunos niños también en este viaje), vieron unos incendios de permafrost que hacían que el Baikal estuviera blanco, pasaron unos días con campistas rusos haciendo hogueras y barbacoas, grabaron un minidocumental de la frontera ruso – china…
En Vladivostok cogieron un ferry a Corea del Sur, un país que les encantó por su mezcla de tradición y modernidad. En el mes que pasaron allí estuvieron en playas y templos, vino una amiga desde España, comieron mucho kimchi y visitaron la zona desmilitarizada entre las dos Coreas.
En otro ferry llegaron a Japón. Pasaron dos meses entre volcanes, playas, onsen, ramen y carreteras increíbles. Disfrutaron del otoño en uno de los países más bellos donde han estado… y donde tienen claro que no vivirían.
Pusieron la furgo en un barco rumbo a Borneo mientras ellas iban en avión. Recorrieron la parte malaya de Borneo (de donde se fueron antes de lo que les hubiera gustado porque la familia venía a verlas a Bali), cruzaron Brunei y entraron en Indonesia. A partir de ahí la furgo iba en barco de isla en isla, incluso en alguno fue en cubierta atada con una cuerda por si el barco se movía de más.
La sensación de estar tan lejos con tu propio coche era increíble. Desde Japón María se hizo experta en conducir por la izquierda con el volante al contrario. Se adaptaba rápido a los modos de conducción de cada país, a la velocidad de algunos lugares de Corea, a la tranquilidad y amabilidad de las carreteras de Japón o a la locura indonesia de adelantar a camiones llenos de cosas variopintas, motos que te venían por todos lados, gente en la carretera…
En Indonesia, pasaron por Java (se reservaron la visita para más adelante) y recorrieron Bali, Lombok, Sumbawa y Flores. El Covid empezaba a sonar. China cerró fronteras, después Italia, España… y el mundo. Mientras, Laura y María estaban viendo dragones de komodo, subiendo volcanes, viendo lagos como el Kelimutu…
Viendo el panorama, decidieron volver a Bali. En la isla quedaron los lugareños, los dioses balineses y algunos turistas, María y Laura entre ellos. Encontraron un lugar con vistas al mar, sin nadie, cuidadas por la familia del hostal. Allí pasaron la pandemia.
Cuando todo se asentó, mandaron la furgo en un barco a España y ellas se quedaron otros 5 meses en su paraíso balinés. 14 meses después de haber salido, regresaron a Madrid en avión, frustrado el plan de volver por tierra por otro camino (Java, Sumatra, Tailandia, Laos, Camboya, Myanmar, India, Pakistán, Irán, Turquía…).
Desde que volvieron retomaron una vida más rutinaria, con alguna escapada de tiempo muy marcado. Pero ya están dándole vueltas a su siguiente gran viaje, que, si todo va bien, será a principios de 2024.
María estudió Empresariales y durante años se ha dedicado a la contabilidad. El viaje cambió hasta su profesión: ahora es profesora de español para extranjeros. Es la conductora, la que diseña las webs, la que hace los vídeos más bonitos de las dos y la que siempre guarda la calma y tiene una solución sencilla para todo.
Laura es enfermera, una profesión que siente vocacional. Desde pequeña ha viajado bastante con su familia y de ahí le viene su adición por el viaje. Es la copilota, inquieta, planificadora y siempre dispuesta a seguir hacia delante. Disfruta mucho con una cámara en la mano.