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América en barcoestop y con mochila

Cynthia Rodríguez y Amaia Zuriarrain en su viaje descubrieron el barcoestop y no pararon de usarlo en los casi tres años de su viaje por América, incluído el cruce del Atlántico para regresar a casa.
03 Cynthia y Amaia (36)
21 de mayo de 2023
a las 11:30 h.
Duración: 45 minutos
Evento presencial
en Bilbao
Evento online que podrás seguir desde donde quieras
Cynthia Rodriguez y Amaia Zuriarrain
|  América en barcoestop y con mochila

Su viaje comenzó motivado por una crisis personal y acabó impulsado por una crisis mundial. En diciembre de 2019 Amaia y Cynthia dejaron su vida en Barcelona y sus trabajos de oficina en busca de algo más. Sentían que el piloto automático las iba arrastrando y la vida en la ciudad las ahogaba. Había llegado el momento de romper con todo y empezar de cero para crecer.

Así que compraron unos billetes de ida a Chile con la idea es hacer un viaje de un año más o menos y vivir la mayor parte del tiempo rodeadas de naturaleza. Salieron con un proyecto de entrevistar a mujeres que viven e interactúan con la naturaleza de un modo especial y auténtico: “Ni tierra ni mujeres”.

Pasaron enero y febrero de 2020 recorriendo la Patagonia chilena y argentina, caminando, durmiendo bajo las estrellas y viendo glaciares sin parar. Cuando llegaron a Ushuaia, tras haber hecho todos los trekkings de la zona, no es broma, en el centro de turismo les hablaron de un trekking poco conocido al otro lado del canal Beagle. Ni siquiera sabían que había una población más al sur de Ushuaia, pero ahí estaba Puerto Williams, con la ruta de “los dientes de navarino”. Era un trekking de alto rendimiento en el que hace falta gps, pues la ruta no está marcada. Además hay que avisar a la policía local de cuando vas a hacerlo para valorar el rescate, pues cada año evacuan a varias personas.

Para hacer el trekking tenían que cruzar de Argentina a Chile y el único transporte que había era una zodiac que cobraba 300 €, Así fue como descubrieron el barcostop: fueron al puerto de Ushuaia y preguntaron si alguien iba a cruzar a Williams. Conocieron a Michael, un navegante alemán jubilado que estaba dando la vuelta al mundo en solitario en su velero. A los dos días de conocerlo en el puerto, subieron a su barco para recorrer las 6 horas que separan Argentina de Chile.

Llegaron a Puerto Williams al atardecer y vieron una decena de orcas nadando cerca de la costa. Es imposible describir todo lo que aprendieron de un señor con el que no tenían ningún idioma en común. Así llegaron a la ciudad que cambiaría el destino de su viaje.

Tenían ganas de cargarse las mochilas y desconectar del mundo durante unos días, por lo que a principios de marzo de 2020 subieron para perderse durante 6 días en uno de los hikes más exigentes y solitarios que han hecho nunca. El día que lo terminaron, cuando llegaron a la carretera de inicio de la ruta y su móvil recuperó la cobertura, el mundo era otro lugar. La covid-19 era una pandemia mundial, las fronteras estaban cerradas y ya no tenían forma de salir de esa isla perdida situada a unos 600 km de la Antártida. ¿Qué iban a hacer?

No había mucho turismo en la isla, solo una decena de personas que había llegado allí para hacer también la ruta de los dientes. Todos en el mismo camping, todos con distintas historias, pasados y pasaportes, estaban atrapados viviendo una pandemia mundial.

Pasaron marzo y abril en una especie de cuarentena soñada. Vivieron un confinamiento privilegiado, lleno de aire fresco, diversión, fiestas de cumpleaños y jornadas culinarias. Y aunque parezca una locura, la gente con la que la convivieron se convirtió en familia. Vivieron más de 65 días sin salir del mismo espacio y más que el odio, nació el amor (dos acaban de celebrar su boda y se conocieron allí mismo).

Cuando la isla abrió, sus caminos se separaron y a su puerta llamó una oportunidad que nunca habrían imaginado: navegar durante dos meses por las aguas prístinas de la Patagonia, recorriendo glaciares, la cordillera Darwin (inaccesible si no es en barco) y otras tantas bellezas de la naturaleza. Y es que en junio de 2020 las personas podían empezar a tener algo de libertad de movimiento entre países, pero no los veleros. Así que un capitán que conocieron en la isla les propuso ayudarle en esta navegación.

Aprendieron a navegar y aprendieron a pasar frío. Se quedaron atrapadas una semana en una bahía porque el mar se había congelado a su alrededor. Vieron amaneceres impresionantes, leones marinos y glaciares enormes.

Cuando volvieron después de 2 meses de navegación decidieron que la vida en barco había llegado para quedarse. Así fue como después de 7 meses en Chile volaron a Republica Dominicana (único país completamente abierto además de México) para salir del largo invierno.

Pasaron un mes y medio haciendo un roadtrip por una República Dominicana que rompió todas sus expectativas. Decidieron seguir moviéndose en barco, así que fueron al puerto a buscar un velero que necesitase tripulación. Tras una experiencia fallida, encontraron trabajo como editoras de video para un canal de youtube de navegación en Florida.

Pasaron tres meses allí, trabajando, mejorando su inglés y aprendiendo mucho de barcos y de Youtube. Después volaron a Panama para seguir su aventura por tierra. Aprovecharon para convertirse en divemasters. En transporte público o a dedo recorrieron Panamá, Costa Rica y Nicaragua durante varios meses. En Costa Rica pasaron un mes esperando el pasaporte de Cynthia que estaba a punto de caducar; durante la espera descubrieron el mundo del workaway.

En el verano de 2021 les salió la oportunidad de trabajar a bordo de varios charters en el Caribe. Recorrer esas islas en velero fue un privilegio único. Santa Lucía, Martinica, San Vicente y las Granadinas, San Martin, Antigua… Seis meses pasaron recorriendo esas islas hasta que consideraron que querían volver a tierra.

En esa pausa de mar recorrieron México, aprendieron a hacer apnea y nadaron con ballenas nunca. Cruzaron a Guatemala, se cansaron (o quizá no se cansen nunca) de ver volcanes, de recorrer ruinas y de tomar autobuses eternos.

Un story de Instagram volvió a cambiar el rumbo. Una capitana a la que seguían buscaba tripulación para cruzar el Atlántico desde el Caribe hasta Europa. Tripulación únicamente de mujeres. No pueden no escribirle. En marzo tenían ya plan cerrado para el verano. Pero les quedaba un mes suelto y querían cerrar su primera etapa de este viaje por todo lo alto: decidieron ir a Hawaii.

Llegó la última etapa del viaje en el continente americano: cruzar el Atlántico. En los más de 20 días sin ver tierra y navegando casi sin parar aprendieron de ellas mismas, de las situaciones límite, de la convivencia, del miedo, de la naturaleza… Fue tan guay estar alejadas de todo que la primera sensación cuando vieron tierra fue “¿ya está?”. Habían pasado casi tres años de viajer, pero necesitaban más.

Volvieron al mar para cruzar el Mediterráneo desde España a Italia y pusieron en palabras lo que llevaban tiempo sintiendo. Esto no era un viaje, era una forma de vida.

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