Con 35 años decidió dejarlo todo y por fin realizar su sueño: hacer un viaje sola, sin prisa y sin fecha de vuelta. Así, en mayo de 2018, se despidió de su casa, su familia, su trabajo como ingeniera y todo lo que hasta ese momento era su vida y comenzó así el viaje que la cambiaría por completo.
Aunque ella considera que su verdadero viaje empezó unos cuantos meses atrás, cuando por fin decidió lanzarse al vacío, pedir una excedencia en la empresa en la que llevaba 12 años trabajando y empezar a organizar el viaje que siempre había querido.
El viaje comenzó en Nepal, quería aprovechar el buen tiempo para hacer el trekking del circuito de los Annapurnas. Era algo que siempre había querido hacer y que nunca había podido por falta de tiempo. Se enamoró de las montañas y sus gentes; visitó Lumpini, Chitwan o Bandipur; estuvo con la ONG Ear Care Nepal en la escuela publica de Panauti y conoció de primera mano el problema de la discapacidad auditiva que afecta a casi el 20% de la población.
A partir de ahí, improvisó todo sobre la marcha. Recorrió el norte de la India junto a un familiar, de ahí voló a Sri Lanka y luego a Maldivas. Entró en el sudeste asiático a través de Tailandia. Hizo un parón de un mes en su viaje y volvió a India para hacer una formación de yoga en Rishikesh.
Una vez terminada la formación, continuó el viaje en Camboya para después pasar a Vietnam por tierra y recorrerlo en moto. Fue a Filipinas, de la que se enamoró por su ritmo isleño, su naturaleza y los fondos marinos. Visitó sola Palawan, y a partir de Cebú lo hizo acompañada de dos amigos de su pueblo (Estella, Navarra) que se unieron al viaje durante un par de semanas.
Iba a Nueva Zelanda y perdió un vuelo, así que le tocó hacer una parada técnica en Hong Kong esperando al siguiente avión. Una vez en su destino, las antípodas de España, pasó las navidades y su cumpleaños. En este país viajó unos días con Daniel Viera, con quien empezó a probar cosas nuevas como el autostop, el camping, dormir en coche o CouchSurfing, experiencias que le encantaron.
Cuando ya le tocaba salir de Nueva Zelanda, se dio cuenta de que aún tenía ganas de más y así es como acabó en Hawái. Nunca pensó pasar por este estado de palmeras, volcanes y surf, pero lo recuerda como toda una experiencia. Continuó su viaje en Estados Unidos por Colorado, Arizona y Utah, utilizando Couchsurfing y durmiendo en el coche.
De regreso hacia casa decidió parar en Islandia ya que era marzo y tenía la posibilidad de ver auroras boreales. Por último paró en Londres a visitar a su hermano. Al final acabó siendo una vuelta al mundo inesperada.
Regresó a casa, la excedencia llegaba a su fin, pero aún tenía ganas de más. Así que se alargó la excedencia otros seis meses y se marchó a los Balcanes. Llegó en avión a Belgrado (Serbia) y, atravesando todas las fronteras a pie, terminó saliendo por Sofía (Bulgaria).
Cuando salió no llevaba planeados los lugares que quería visitar, pero sabía perfectamente cómo quería que fuese su viaje: quería usar transporte público, comer en sitios locales, dormir en hostales… Llevaba un presupuesto muy ajustado del que intentaba no salirse porque quería estar viajando el máximo de tiempo posible.
Después de toda esta aventura y volver a casa ya no era la misma. No quería volver a su vida anterior ni al trabajo que tenía antes, por eso se ha reconvertido en guía turística y profesora de yoga. Siempre está buscando cosas que la llenen y la motiven. Y valora muchísimo su tiempo, tratando de disfrutar al máximo posible.