Después de vivir casi dos años en Qatar, ahorrando dinero para cumplir su sueño, Mayella y su pareja emprendieron un viaje. Tenían la intención de dar la vuelta al mundo por tierra y en transporte público, siempre que fuese posible, durante dos años. Su idea era empezar en África, seguir por el Sudeste asiático, Oceanía, América del sur y terminar en Alaska.
Así, en mayo de 2018, volaron a Kenia. Pasaron 3 meses recorriendo Kenia y su Masai Mara (un sueño que tenía desde niña). En Tanzania visitó el Serengeti-Ngorongoro. Pasar de Tanzania a Malaui fue una odisea, donde llegaron después de 13 horas infernales en varios transportes llenos de gente y carga que podía volcar en cualquier momento por la velocidad del conductor.
A Zimbabue llegaron con una crisis monetaria donde ningún cajero daba dinero y con un problema en la reserva de alojamiento. Por suerte, 4 personas que se cruzaron les ayudaron a resolver el problema. De camino al Gran Zimababue perdió el móvil en un taxi y Chengetai, el chico que cuidaba de la casa en la que se alojaron, la acompañó repitiendo todo el recorrido que había hecho, preguntando a todo el mundo por el móvil y hasta puso un anuncio en la radio.
De Botsuana recuerda un maravilloso safari al atardecer por el Río Chobe y el increíble Delta del Okavango. En Namibia alquilaron una pick-up con tienda en el techo y recorrieron el país. En la capital les acogió dos días un pastor de la Iglesia anglicana que tenía un mastín sudafricano que comía un plato de carne picada, sesos, patas de pollo y un huevo todos los días. En el desierto de Sossusvlei al atardecer se perdió bajando de una duna y pasó un de los momentos más terroríficos de su vida, porque nadie la oía gritar y se estaba haciendo de noche. Por suerte, se deslizó hasta muy cerca de donde estaba el coche.
El último país de África en el que estuvieron fue Sudáfrica. Fue en el que menos disfrutaron sobre todo porque se dieron cuenta de que la relación no daba más. Impresionados con todo lo que habían vivido, y a pesar de haber disfrutado de unos momentos inolvidables, tomaron la decisión de dejar la relación después de 3 meses de viaje. Por muchas razones y entre ellas, la forma de viajar. No se separaron ni un minuto en esos meses y esto fue demasiado intenso. Además, Mayella quería ir más despacio, aunque viera menos cosas. Fue un momento duro. Echando la vista atrás, el más duro del viaje. Y cree que puede decir que fue el único duro del viaje, por suerte.
Mayella quería continuar el viaje, pero nunca le gustó viajar sola porque no le apetecía compartir el viaje. Mientras decidía qué hacer, voló a Dubái a pasar su cumpleaños con una amiga que vivía allí. Para su sorpresa, su mejor amiga voló desde Barcelona para estar con ella. Allí tomó la decisión de seguir; s se arrepentía, la vuelta a casa siempre era posible. Así que voló al sur de la India.
Pasó 3 meses recorriendo India de sur a norte, viendo templos, plantaciones de té, montañas, descansando en un ashram, bañándose en la playa, comiendo en la calle y durmiendo en hostels, autobuses y trenes. En aquel país tan grande, después de dos meses de su separación, se encontró de casualidad con su ex en el pueblo de Hampi. Les hizo ilusión encontrarse. Tanto por la casualidad, como por volver a verse y contarse sus aventuras de esos meses. Pero siguieron sus caminos por separado.
En Dharamsala conoció una chica que le invitó a pasar unos días en su casa en Chandigarh, una ciudad que tenía curiosidad por conocer. Shreya la trató como una más de la familia y recorrieron la ciudad con su hija, las tres en una moto. Y el país le gustó tanto que cruzó a Nepal para renovar el visado.
En Nepal solo pasó 15 días, 10 de ellos en Pokhara, en casa de un amigo nepalí que conoció en Qatar, con su abuela y su cuñada. Pasaba los días con ellas, paseando con la abuela y sus amigas a pesar de no poder comunicarse porque no hablaban inglés. También cumplió otro sueño viajero: hacer un trekking a Poon Hill, en la base de los Annapurnas.
Llegó la Navidad y con ella el bajón de estar sola. Decidió volver a casa para las fiestas y después volar de nuevo a India. En Pushkar conoció a Jan, un belga que como ella quería viajar por el noreste de aquel país. Juntos recorrieron el noreste del país y llegaron hasta Ziro para conocer la tribu apatani.
Juntos también cruzaron a Myanmar el día que empezó el Thingyan (Festival del agua o su año nuevo). Les costó encontrar medio de transporte para llegar a su destino, Kalewa. Finalmente lo hicieron en la parte de atrás de una pick-up y pasaron las dos horas de camino bajo el agua que les tiraba todo el mundo al pasar por los pueblos en fiesta. Tras Myanmar llegó Bangkok, Laos y Vietnam, donde cada uno siguió su camino.
Cruzó a Yunan (China) donde conoció a una francesa, Jeromine, que hablaba algo de chino y con la que recorrió la provincia durante un mes por lugares espectaculares.
Voló de nuevo a Bangkok para encontrarse con su mejor amiga, por segunda vez en su viaje. Siguió por Malasia y de allí voló a Corea del Sur para pasar 3 semanas con otra amiga que venía de vacaciones.
Siguió por Filipinas, Indonesia, donde visitó otras islas de las que ya había visitado en un viaje anterior y pasó 2 semanas echando una mano en Harapan Project, una ONG de un español.
Finalmente, Australia. En Filipinas había tomado la decisión de terminar su viaje allí, pasando los últimos 3 meses que le permitía el visado. Estaba cansada de cambiar tanto de sitios, de buscar dónde dormir y comer cada día. Visitó la barrera de Coral, donde buceó en el mar más cristalino que había visto nunca. Pasó las navidades con unos amigos que conoció en Malasia y viajó en bus hasta Uluru, un lugar que siempre había querido visitar y que no la defraudó. En Perth pasó sus últimos días de viaje con Dawn, una amiga que conoció en Sudáfrica.
Aterrizó en Barcelona el 14 de marzo del 2020, primer día del confinamiento.
Mayella cree que los libros de “Famosas Novelas” que leía de pequeña fueron los que le hicieron amar el viaje: quería conocer todos aquellos países y culturas diferentes de Tom Sawyer, Sandokan, Miguel Strogoff…
Después de terminar los estudios de Interiorismo, a los 24 años se fue a Londres donde vivió 5 años. Después vivió en Barcelona durante 14 años. Allí conoció a su ex, con el que se fue a vivir a Qatar durante casi 3 años. Después de su gran viaje, se reconvirtió en hortelana y cuidadora de sus sobrinas durante el confinamiento. Y ahora ha cambiado de sector y se dedica a la decoración, pero en el cine. Esto le permite seguir estando en diferentes sitios, conociendo gente y viviendo nuevas experiencias cada día. Y entre proyecto y proyecto, intenta seguir viajando.