Una mañana de febrero, Endika salió de Bilbao con su bicicleta, dos alforjas y la tienda de campaña. Cruzó Francia e Italia y se adentró en los Balcanes para llegar a Estambul. Puerta de entrada a Asia y cruce de civilizaciones, la antigua Constantinopla lo recibió con los brazos abiertos y gracias a la plataforma Couchsurfing, recibió la mejor hospitalidad turca a manos de diferentes anfitriones, que lo trataron como si fuera de su familia.
En Estambul tramitó los visados para continuar su viaje. Tras cruzar Georgia y Armenia, llegó a Irán y descubrió un país sorprendente, con las personas más amables y hospitalarias. La cultura e historia persa, sus paisajes y sus gentes, permanecerán imborrables en su memoria.
Tras algunas dificultades con los visados para Asia Central, consiguió llegar a esta parte del mundo a través de Kazajstán, desde donde continuó a través de la Ruta de la Seda, por ciudades históricas como Bukhara o Samarcanda en Uzbekistán. El desierto y la alta montaña fueron dos de los retos que tuvo que superar.
China y el Sudeste Asiático completaron la geografía de este viaje de nueve meses a través de 24 países.
En esta aventura no faltan anécdotas con nieve, viento, frío, lluvia o calor extremo como protagonistas. También las hay con averías o situaciones en las que tuvo que hacer dedo y después le pidieron dinero, sobre la ayuda de la gente que se encontró por el camino, o un encuentro con otros cicloviajeros que tuvo un final inesperado la noche de Halloween.