Guillermo eligió un medio de transporte inusual para llevar a cabo su gran viaje: una trotineta, un patinete diseñado para descenso de montañas que modificó para poder viajar con ella. Y lo hizo en un viaje por América que fue un reto físico y mental de 224 días en solitario.
La aventura arrancó en septiembre de 2018 en Canadá. En un día cubría entre 20 y 30 km en la trotineta por pistas y carreteras secundarias. Después hacía autostop o tomaba el transporte público entre las grandes ciudades para avanzar porque las distancias eran muy grandes.
De esos días recuerda los animales salvajes, los paisajes de documental con bosques de tonos entre marrón y rojo y las cascadas. Y los esfuerzos máximos, sobre todo mentales, que le costaron algún susto bajo la lluvia y la nieve. Así que, como hacía mucho frío (las máximas rozaban el «ni frío ni calor»), en plena Navidad voló a Trinidad y Tobago, las últimas islas del Caribe Meridional.
Después de recorrer con la trotineta el perímetro de Tobago, quería llegar a Venezuela en barco. Le resultó imposible, así que tomó un avión para ir a Guyana (antigua Guayana Británica). Continuó rodando por la izquierda de la calzada rumbo este por Surinam (antigua Guayana Holandesa), donde pasó la Nochevieja de una forma especial. En la Guayana Francesa volvió a circular por la derecha de los caminos y empezó a pagar los cafés en euros como si estuviese en los Campos Elíseos.
El último destino americano del viaje fue Brasil, que recorrió desde el delta del Amazonas hasta Fortaleza en su trotineta, alternando con el autostop y transporte público. Utilizar estos medios le ofrecía la posibilidad de conocer a gente local, algo que Guillermo valora mucho. En el tramo brasileño del viaje visitó varias islas del delta del Amazonas, comió y pernoctó en aldeas indígenas e hizo una travesía por el desierto de los Lençóis Maranhenses. En este desierto tuvo que cruzar ríos, arenas movedizas y dunas con sol y un calor abrasador.
De Fortaleza voló a Lisboa y siguió con la trotineta hasta Mérida, para después tomar un autobús a Toledo. El último tramo hasta Madrid lo terminó pegando patadas al suelo y rodando. Al día siguiente tomaba un AVE a Barcelona para asistir a las Jornadas IATI de los grandes viajes, a las que es asiduo desde sus inicios.
Guillermo es guía turístico por Europa en verano y viajante empedernido en invierno. Viaja para conocer otras culturas, sobre todo sus comidas y bebidas; para ahondar en la historia de cada piedra en un edificio y para curiosear por el origen geológico de las rocas que pisa. Le gusta viajar tranquilo, despacio y pararse a hablar con cualquier despistado por la senda; por eso trata de viajar con sus propios medios y fuerzas. Le gusta la soledad y odia el frío. Pero marcha de Madrid, su campo base, sin perseguir necesariamente el calor de otras latitudes y es demasiado extrovertido para conseguir estar solo.