Marta tenía 55 años cuando comenzó su vuelta al mundo en moto. La idea del viaje se fue fraguando a lo largo de varios años en los que vivió experiencias que le hicieron cambiar su perspectiva y dar un nuevo valor a las cosas. Una fue un cáncer de mama que la dejó, literalmente, al borde de la muerte. Otra, tener que cerrar sus empresas por culpa de una crisis que lo iba arrasando todo. Así, con un futuro desdibujado y sin la estabilidad de antaño, decidió hacer este viaje.
Su gran pasión siempre fue la moto. También fue la mejor manera de evadirse en los meses de quimioterapia durante los que desplegaba un mapa e imaginaba las rutas que haría cuando se recuperase. Se prometió a sí misma que, si salía de semejante marrón, haría una ruta larga.
Marta también soñaba con ir a la India a visitar la Fundación Vicente Ferrer. Uniendo los puntos, decidió ir a la India en moto. Y le pareció que la mejor opción para el regreso era hacerlo por el otro lado del planeta. Y, volviendo a unir los puntos, decidió dar la vuelta al mundo y que haría el gran viaje en moto.
Se puso una fecha de partida, acotó la duración del viaje a un año y se propuso recaudar fondos para dos fundaciones cuyos propósitos están en el germen del viaje: la Fundación Vicente Ferrer y Cris Contra el Cáncer, cuya tenaz investigación permite que personas como ella estén dando guerra por el planeta.
En septiembre de 2019 partió dirección Venecia. Después vendría la costa Dálmata, los Balcanes, Bulgaria, Turquía e Irán, donde se reunió con su hija para recorrerla juntas en moto y vivieron una experiencia inolvidable. A continuación vino Pakistán y atravesó Baluchistán en un convoy escoltado por paramilitares. Toda una experiencia que le hizo llegar a India con algunos kilos menos.
En India alcanzó su primer objetivo: la Fundación Vicente Ferrer en Anantapur, donde pasó 10 días emocionantes. Su siguiente destino era Chenai, lugar de nacimiento de “La Chiquitina”, su moto Royal Enfield. Allí disfrutó como una niña viendo todo el proceso de fabricación de una moto.
El momento más duro del gran viaje en moto llegó cuando tuvo que atravesar las montañas selváticas que la llevarían hasta Myanmar. Lo atravesó, pero Tailandia acababa de prohibir la entrada a los extranjeros con vehículo propio, por lo que tuvo que consumir su tiempo en Myanmar buscando una solución. Finalmente consiguió un permiso para llegar a Bangkok y desde ahí salir en avión a Nueva Zelanda.
El envío de la moto a Nueva Zelanda se complicó con tantos trámites y exigencias que no le quedaba tiempo para rodar por la isla norte. Así que, sin sacar la moto del cajón, la mandó a Chile y ella la siguió en avión a Santiago.
Era el mes de marzo de 2020. De nuevo en moto, partió hacia Valparaíso y al llegar encontró una ciudad desierta porque se acababa de decretar el estado de alarma. Al día siguiente cerraron fronteras, hoteles y comercios y confinaron a la población.
Regresó a Santiago a toda prisa para tomar un avión con destino a un Madrid desierto donde, como todos, quedó confinada durante 4 meses. “La Chiquitina” la espera pacientemente en Santiago de Chile para continuar su gran viaje en moto.