Después de un año de preparativos, en la primavera del 2018, Jan daba el salto al vacío encomendándose a la aventura con un millón de mariposas revoloteándole en el estómago. Emprendía su viaje a pie soñado, con el que pretendía llegar hasta Australia en tres años.
En los dos primeros años de ruta recorrió 13 países y después de 9.500 kilómetros, a principios de noviembre del 2019 llegó por fin al Cáucaso, en Georgia. Estaba claro que la previsión inicial de tres años se quedaba corta y llegar a Australia le llevaría más de lo previsto.
Pero esto no era una carrera. Era un gesto de libertad. Su único medio de transporte eran sus piernas; en un remolque llevaba todas las pertenencias y el equipo que necesitaba para subsistir y documentar el viaje. Jan quería explorar, conocer, aprender y saborear todo lo que el camino pudiera ofrecerle. En definitiva, quería abrazar la vida nómada, vivir con lo puesto, huir del ritmo acelerado del mundo moderno y regresar a la naturaleza.
Afrontando el segundo invierno de su viaje, atrás quedaban innumerables encuentros, paisajes, atardeceres, experiencias y algunos de los años más intensos de su vida.
De este periodo recuerda ser adoptado por una familia francesa mientras se recuperaba de un accidente; cruzar todo el arco alpino a pie; la increíble hospitalidad italiana; la felicidad de recibir visitas y caminar acompañado; el duro invierno en los Balcanes; la adrenalina de ver de cerca la muerte; la maravillosa Grecia y la colosal Turquía… por mencionar algunos de los capítulos más destacados que iba acumulando en este fantástico vi(D)aje.
Jan caminaba unos 30 km de media cada jornada. Viajaba con un carro en el que cargaba entre 40 y 50 kg, lo que le permitía ser autosuficiente en términos de alojamiento y comida. Una de las premisas del viaje de Jan era Zero Waste para tener el menor impacto posible en el planeta.
El tercer año de su aventura estuvo marcado, cómo no, por el COVID-19. Pese a su intención de no doblegarse ante ningún obstáculo, con frustración e incredulidad tuvo que detener su avance hacia Australia. Y lo hizo en Georgia, justo cuando la aventura iba a subir de nivel, a las puertas de los desiertos de Asia Central y con los Pamires en el horizonte.
Todas las fronteras internacionales se cerraron y tuvo que permanecer en Georgia, un país del que acabaría enamorándose. Se quedó un año entero esperando el final de la pandemia. El final parecía no llegar y Jan decidió que, pese a los kilómetros recorridos para llegar hasta allí, Australia no sería el destino de este viaje a pie.
Así, decidió finalizar el viaje y se mudó a Rusia, donde vive dando clases de español.
La idea de conocer lugares nuevos, perseguir el siguiente horizonte, ir siempre más lejos y un amor y un respeto profundo por la naturaleza han configurado la personalidad de Jan.
En su juventud quedó pendiente un gran viaje en bicicleta hasta Asia que había planeado con un amigo. Le seguía atrayendo ver las partes más remotas del planeta y recorrer el mundo con sus propias fuerzas le seguía atrayendo, pero no acababa de animarse.
El “clic” ocurrió en 2016, cuando conoció la historia de la vuelta al mundo a pie de Nacho Dean. Sintió que quería vivir una aventura así. No pretendía dar la vuelta al planeta, le bastaría con hacer un viaje a pie hasta Australia cruzando el continente asiático. Se puso a trabajar en esa dirección y poco después había ultimado los preparativos y estaba listo para salir a su gran viaje.