Cristina enloquecía a Sergio repitiéndole una y otra vez las ganas que tenía de dejarlo todo para dar la vuelta al mundo. Hasta que decidieron dejar de imaginarlo y hacerlo realidad: compraron un vuelo de solo ida a 15 meses vista. Desde el principio tuvieron claro que querían llevar un proyecto inclusivo en la mochila.
Ambos han tenido muy presente desde muy pequeños cómo es vivir con una discapacidad sensorial. Cristina en primera persona: es hipoacúsica de ambos oídos y utiliza audífonos y la lectura de labios para comunicarse en lengua oral. Y Sergio a través de su madre, que tiene una discapacidad visual severa.
Su proyecto inclusivo tenía dos objetivos. Uno era visibilizar las dificultades que encuentran los viajeros con discapacidad auditiva y servir de altavoz a otros, reclamando más accesibilidad. Otro, conocer comunidades sordas del mundo como minoría cultural y lingüística. A lo largo del viaje visitaron 10 comunidades sordas de tres continentes.
Salieron a finales de diciembre de 2018 con destino a Moscú y sin muchos planes. De Moscú llegaron a Tashkent (Uzbekistán) en autostop cuando las temperaturas permitían la circulación de coches (llegaron a los -28 ºC). En algunos tramos tomaron el tren por las rutas del transiberiano y el transaral. En esta etapa del viaje conocieron una experiencia soviética única, abanderada por las brigadas de personas sordas en las fábricas, legado que se mantiene en las comunidades sordas de Asia Central.
Recorrieron los estados norte de India hasta llegar al Indo-Tíbet. Sus mejores experiencias allí fueron la convivencia con la tribu Apatani y la comunidad matrilineal Khasi, que esconde una aldea donde las mujeres se quedan sordas a partir de los 10 años y la única explicación que le dan es una leyenda. Esta etapa fue con diferencia la más agotadora (Sergio perdió 13 kg… que Cristina cogía), por lo que decidieron frenar un poco.
Eligieron Beirut para descansar un mes y allí conocieron la realidad de los niños sordos refugiados debido a los bombardeos de la guerra de Siria. Con las pilas recargadas, cruzaron Turquía de norte a sur. Lo hicieron exclusivamente en camiones que los recogieron en autostop.
Pasaron el verano entre Tailandia y Malasia, dos viejos conocidos de ambos. Querían profundizar en sus comunidades sordas y visitar dos sitios pendientes: El festival Phi Ta Khon en Tailandia y las remotas Kelabit Highlands del Borneo malayo.
Saltaron a Oceanía. Primero Australia, luego Nueva Zelanda en un road-trip en el que convivieron con la comunidad sorda maorí. Pero la protagonista en esta historia fue Vanuatu. Allí colaboraron con un proyecto sostenible de una comunidad indígena en una de las islas más vírgenes del planeta.
Finalmente dieron el salto a Latinoamérica, donde disfrutaron de Brasil y Buenos Aires antes de volver a casa por el nacimiento de su sobrina.
Cristina era viajera en solitario hasta que se cruzó con Sergio. Ha sufrido de primera audismo (discriminación a personas sordas o con sordera) y quiso abanderar este proyecto como algo personal.
A Sergio, iniciarse en este viaje al mundo sordo como persona oyente le ha cambiado la percepción del mundo, hasta el punto de que ha enfocado su formación profesional al desarrollo web accesible para la mejora de experiencia de usuarios con discapacidad sensorial.