Ana y Alberto se consideran una pareja normal, con una vida normal que un día normal decidieron que no querían arrepentirse de lo que no han hecho, de las veces que no se han arriesgado, de los sueños que no han perseguido. Decidieron que su vida adulta no debería ser solamente para trabajar, esperar el fin de semana, el mes de vacaciones y “el día de mañana”, sino para hacer lo que verdaderamente les apasiona.
Ese día rompieron con su vida establecida y emprendieron un viaje en bicicleta por Centro y Sudamérica, sin prisa hasta que se acabase la carretera en la punta del Sur. Después de un año en tierras americanas volvieron a casa, pero descubrieron que un peligroso germen se había inoculado en sus vidas: la sensación de libertad.
Los años siguientes discurrieron en España, haciendo escapadas en periodos vacacionales y buscando nuevos estímulos. Al final sustituyeron sus bicis individuales por una bici tándem con la que recorrieron Malasia e Indonesia, Kenia y Tanzania e Islandia recaudando fondos para Médicos Sin Fronteras y la Asociación Española Contra el Cáncer. Era también la manera de preparar su próximo proyecto: llegar a Pekín en tándem recorriendo las antiguas ciudades de la Ruta de la Seda, diez años después de su primer gran viaje.
Así, en enero de 2018 salieron de Benidorm (Alicante) para hacer una travesía en bicicleta tándem hasta Pekín, recorriendo la Europa mediterránea, los Balcanes, Oriente Medio, Asia Central, los Pamires y cruzando China de Oeste a Este, finalizando en Pekín un año después.
La idea siempre fue utilizar las antiguas vías de comunicación que los mercaderes venecianos del siglo XIII empleaban para comerciar con el lejano Oriente. En su mente estaba atravesar ciudades míticas como Estambul, Sivas, Tabriz, Isfahán, Yazd, Bujará, Samarcanda, Dunhuang y por supuesto Xi’an. Además, tenían mucho interés en la región de los Balcanes para intentar entender un poco más el truculento pasado de la guerra de los noventa y atravesar los Pamires cruzando el corredor del Wakhan.
Como no podía ser de otra manera el camino les deparó multitud de vivencias, empezando por las condiciones climáticas en latitudes por encima del trópico de Cáncer, lo que conlleva inviernos muy fríos en estepas y montañas y veranos muy calurosos en los desiertos de Irán y Turkmenistán. Durante este tiempo en bici el rango de temperaturas soportado estuvo entre -15 ºC y +47 ºC, haciendo necesario cargar con ropa y material de acampada capaz de soportar dichas temperaturas. Afortunadamente el calor y la hospitalidad de la gente que encontraron por el camino ayudó a mitigar en muchas ocasiones los rigores climatológicos de estas latitudes del hemisferio norte.
Otra de las sorpresas que les guardaba el destino fue un desafortunado accidente vial en el desierto del Karakum en Turkmenistán. Uno de los pocos coches que circulan por esa carretera arrolló su tándem, su carrito y todo su equipo a 120 Km/h mientras estaban parados en la cuneta. Afortunadamente pudieron saltar en el último segundo y salir ilesos del accidente, pero en aquella cuneta se quedó su querido Bucéfalo (el tándem) y por un tiempo muchas de sus ilusiones.
Después del accidente, su ánimo por seguir en bicicleta sucumbió, estaban decididos a olvidarse de los pedales durante un tiempo, pero el gran apoyo recibido por su entorno, amigos y comunidad cicloviajera, los hizo recapacitar, celebrar la gran suerte que tuvieron aquel día en el desierto de Turkmenistán y buscar la manera de luchar por conseguir el objetivo que 6 meses atrás habían emprendido en Benidorm. A través de la comunidad cicloviajera se enteraron de la existencia de dos bicicletas de segunda mano que otros viajeros habían dejado en Dushambé después de terminar su travesía. Las compraron y se hicieron con el material que pudieron para seguir su camino a Pekín.
Desafortunadamente, una semana después del accidente, otra noticia trágica tuvo lugar a escasos 50 km de donde estaban: 7 cicloviajeros de distintas nacionalidades habían sido atacados por el ISIS en un atentado terrorista en Tajikistán. Fueron atropellados y 4 de ellos rematados a sangre fría en la Pamir Highway. Entre los asesinados se encontraban dos ciclistas americanos con los que habían quedado en verse un par de días después en Dushambé.
La noticia supuso un duro mazazo para su moral, pero de nuevo lo único que estaba en su mano era sentirse afortunados de no haber estado en esa carretera en aquel momento fatídico. Sintieron que debían seguir. Después de subir a más de 4600 m en la carretera del Pamir, y recorrer las estibaciones del desierto del Gobi en China, llegaron a Xi’an, el extremo del Este de la Ruta de la Seda. De ahí a Pekín era ya pan comido.
Regresaron a casa en diciembre de 2018, un año después de haber salido, y habiendo recorrido más de 16.000 km.